Ilusión es para un calvo
tener en la cabeza algo. (Refrán)
Las pelucas las usaron en Egipto y otras culturas antiguas como las de asirios y fenicios pues, dada la mala higiene de esas épocas, evitaban los piojos y diferentes enfermedades.
A las mujeres romanas les gustaban las pelucas rubias, muchas veces elaboradas con los cabellos de las esclavas germanas. Pero al llegar el cristianismo se las relacionó con actividades paganas por lo que en el Concilio de Constantinopla se decidió excomulgar a quien las usara. Por esa razón las pelucas entraron en decadencia.
En Oriente se usaban en el teatro y también las geishas.
Para disimular la calvicie reaparecieron las pelucas en el siglo XVI, como fue el caso de Isabel I de Inglaterra que tenía una amplia colección, especialmente pelirrojas. En el siglo siguiente, Luis XIII de Francia, las puso de moda para los hombres y de Francia pasó a Inglaterra que extendió la moda por toda la Commonwealth para abogados y jueces.
Dice Johan Huizinga en su libro "Homo ludens" que es en las épocas modernas de la cultura europea donde más se nota el impulso lúdico de la peluca y que, aunque casi siempre se asocia las pelucas blancas al siglo XVIII, es mucho más característica en el XVII: "quien quería pasar por caballero, noble, consejero, soldado, clérigo o comerciante llevaba peluca con los vestidos de ceremonia... es lo más barroco del barroco".
Llegaron a adquirir tales dimensiones que se cuenta que María Antonieta guardaba dentro las cartas y que en el teatro había protestas porque tapaban la escena. Pero en conjunto daba aires de majestad, como se ve en los retratos del joven rey Luis XIV de Francia.
Se fueron estilizando con bucles en las orejas, polvos blancos de harina de arroz o de cal y cintas. Se impuso la tendencia en las damas de altos tupés y en los hombres ( más los militares) una trencita por detrás. Esta moda llegó hasta los Estados Unidos de América.
Algunos jóvenes ingleses en el mismo siglo XVIII empezaron a dejarse los cabellos largos, pero fue la Revolución francesa la que inició su final.
Desde entonces las pelucas se reservan para el teatro, el cine, el carnaval, para tapar la calvicie o como resultado de tratamientos médicos.
En el conservador mundo judicial de la judicatura anglosajona se siguen utilizando las pelucas blancas.