martes, 26 de octubre de 2021

 

                                        En el cementerio

             Se aproxima el uno de noviembre, el día en que la gente suele visitar las tumbas de sus seres desaparecidos, llevarles flores y rezar por ellos, aunque el día de difuntos es realmente el dos. Al no ser fiesta y tener que ir al trabajo es costumbre adelantarlo un día. Yo me he dirigido al pueblo de mis antepasados para cumplir con la tradición. 

       Como el año pasado no acudí a la cita a causa de la epidemia de covid, he encontrado el recinto muy cambiado. Se han abierto nuevas calles y me ha costado encontrar aquella en que se halla el nicho de mis padres y de mi hermana. Siempre me causa una enorme emoción la lectura de unos nombres tan queridos. He llevado nuevas flores como he hecho siempre. Después he realizado un paseo por otros pasillos leyendo las dedicatorias de esposos e hijos. La más original estaba escrita en griego ("la virtud está en Cristo") que he podido traducir porque yo fui profesora de griego  en mis años de interina donde teníamos que dar de todo en la enseñanza secundaria. Menos suerte he tenido en otra lápida escrita en alfabeto cirílico, no sé si en ruso o en alguna lengua eslava,

     Tratándose de un cementerio de un pueblo pequeño he podido comprobar cuantos llevaban mis apellidos o los de mis abuelos, parientes lejanos al fin y al cabo. He visto en que años murieron, el tiempo que vivieron y cuantos se acompañaban de fotografías.

     Aunque es otoño, parecía que hubiera llegado la primavera por la cantidad de ramos de flores y guirnaldas  de variados colores, azules, rosas, amarillos, verdes...que alegraban tan triste lugar, tan patético silencio. Los mármoles negros y grises daban paso a algunos blancos inmaculados.

     En los cementerios también hay clases sociales, junto a los panteones familiares ricamente adornados con crucifijos y esculturas de vírgenes y ángeles, se podían ver humildes nichos  sin lápida, simplemente con el nombre escrito sobre el amarillento encalado. Pero la muerte es igualitaria. Ya lo decía Jorge Manrique en las "Coplas a la muerte de su padre, el Maestre D. Rodrigo": nuestras vidas son los ríos...unos grandes, otros pequeños pero todos "van a dar en el mar, que es el morir". O las medievales danzas de la muerte que incluían desde el rey o el papa hasta el más insignificante mendigo, a todos les invitaba la muerte a bailar.

       Soy partidaria de la incineración  y de la persona amada conservar "la belleza en el recuerdo" como decía un poeta.