martes, 22 de marzo de 2022

                                                 Aprendizajes


        Ave, Cesar, Marco Aurelio, quisiera pedirte permiso para imitarte en la forma que le has dado  al Libro I de tus "MEDITACIONES". Pero la distancia en el tiempo y el espacio no me lo permite. Por lo tanto voy a atreverme a la espera de tu consentimiento, y, en todo caso, si me lo quieres reprochar, espero que en algún universo paralelo podamos continuar esta conversación. Tú empiezas confesando de quien aprendiste todas las cosas buenas que fueron conformando tu personalidad, padres, abuelos, amigos, maestros...Así voy a empezar yo, gracias de antemano. "Vale" (1)

       De mis abuelos no puedo decir nada porque me crie lejos de la ciudad en la que residían  y tuve muy poco trato con ellos. Bastante que lo lamento ahora que soy abuela.

      De mi padre aprendí el interés por el estudio, el conocimiento, la curiosidad por lo desconocido, la erudición sin pedantería, el interés por la lengua inglesa, el valor del esfuerzo y la voluntad. También aprendí  la importancia de la familia en el sentido más amplio ( tíos, sobrinos, primos), en lo ideológico un cierto escepticismo y una buena dosis de incredulidad. Ante la preocupación de mi madre por casarme sin haber cocinado nunca, mi padre aseguraba que quien  es capaz de traducir a Sófocles y a Séneca, poco trabajo le costaría  cocinar. Y así fue. 

     De mi madre aprendí  la necesidad de ayudar a las personas necesitadas económicamente, a ser generosa con ellas, el ingenio para salir airosa de situaciones difíciles (aumentaba la cantidad de zumo de naranja en los primeros años de la posguerra, añadiéndole agua con la excusa de que esas frutas eran muy ácidas), el ingenio, la creatividad, las manualidades ( de ganchillo he hecho de todo, mantitas de lana, colchas, cortinas, tapetes, chalecos), la humildad y la sencillez en el trato, la buena educación, el sentido del humor, el amor a las macetas, el saber perdonar y otras cosas que ahora no recuerdo. 

   De mi tía Pilar, que fue mi segunda madre y vivió unos años con nosotros, aprendí que se puede querer a una criatura como una madre sin haberla traído al mundo, a bordar, a cantar ( ella en la iglesia , yo en el coro del instituto).

    De mi marido aprendí el enorme sentimiento de fraternidad (sus hermanos eran intocables), la independencia de pensamiento, la valoración del estado democrático, el interés por la "res publica" (la cosa pública, la política), la sensibilidad hacia los problemas sociales, el nulo apego al dinero, la fuerza del amor a los hijos y lo que es el amor verdadero.

     De mis amigas también he aprendido muchas cosas. El orden lo marco según las he ido conociendo.

     De Maribel aprendí a ser bondadosa, que el tiempo no puede con una amistad  verdadera (la conocí hace 72 años), a ser del paso azul (en mi familia ya todos somos azules), aprovechar el tiempo dándole vida, como ella dice.

     De Mari Toñi, mi mejor amiga de la Universidad en Murcia, aprendí el compañerismo, la constancia, la osadía  de escribir (cuando me negaba, me convenció diciendo que todo era empezar), saber escuchar a los demás, el ingenio (consiguió dar conmigo tras los terremotos sin saber mi número de teléfono).

    De Toni, la mujer de Guillermo Collado para quienes no la conozcáis, aprendí el cuidado en conservar a los amigos, intentar seguir siendo joven aunque ya solo sea de espíritu, a tomar la vida  alegremente.

    De Tomi, mi consejera del Departamento de Lengua del Instituto de Lorca (actual F. Ros Giner), aprendí el sentido de la responsabilidad en nuestro trabajo docente, el respeto a los alumnos, el sentido del deber, el reírnos con solo mirarnos.

     De Marina, mi amiga gallega, aprendí  a ser tolerante, a decir siempre la verdad, a no hacer trampas en el juego de cartas, a confiar en las amigas.

    De Carmen  Griñán aprendí a ejercitar el debate filosófico y religioso desde el racionalismo y el humanismo, la fina ironía ( incluso a reírnos de nosotras mismas), la generosidad, la confianza a la hora de guardar un secreto. 

    De Conchita aprendí la fortaleza para salir de situaciones difíciles, el gusto por fotografiarnos  en las reuniones de amigas, el optimismo y la alegría de vivir, como buena conocedora del estilismo francés el gusto por la moda en el vestir.

    De mis profesores habré aprendido de todos, pero tengo que destacar a Adoración Cañizares en la Enseñanza Media (como se llamaba entonces) que me descubrió el mundo romano y por tanto el latín. En la Universidad,  tanto mis compañeros de curso como yo, siempre nos hemos considerado discípulos de D. Mariano Baquero, del que aprendí todo lo que sé de Lingüística, de Historia de la Lengua Española, de Crítica Literaria, y de Literatura. Y hasta a hacer los exámenes de tres preguntas con veinte minutos para cada una en la hora de clase.

    De mis hijos  y nietos he aprendido a usar las nuevas tecnologías. 

    Podría seguir buscando personas de las que he aprendido algo, pero lo dejaré para otra ocasión.

 (1) En latín fin, adiós.