jueves, 22 de septiembre de 2022

                                                  YO, CARLITOS


                 Querido lector, tengo la seguridad de que no sabes quién soy. Te lo explico. Soy un humilde cormorán que habito en la Isla del Fraile con mi compañera y la prole. Con frecuencia me acerco a la Playa de los Cocedores del Hornillo a pescar, y para descansar me poso en unas roquitas (1) desde donde, en verano, contemplo a los bañistas. Una alegría enorme me causa ver aparecer a Enma y a su hija Maienma que siempre se fijan en mí. Yo las oigo comentar la gracia de mi plumaje, mi fidelidad al lugar, y hasta las he escuchado que me han bautizado con el nombre de Carlitos. ¿Será por el tamaño? Preferiría Carlos o D. Carlos ¡ que soy padre de familia ! Ellas creen que no me entero de sus conversaciones, porque no soy humano, solo soy un ave, pero se equivocan. Entiendo su idioma, cada palabra, cada sonido...y uno tiene su corazoncito.

    Cuando llego al nido les cuento a mis hijos sus conversaciones y se divierten mucho. ¡Qué pena que ellas no conozcan el mío ! ¡ Les diría tantas cosas de este mar que ambas adoran ! Cuando el viento levanta espumosas y plateadas olas, Marienma y su madre se refugian en la Playa de Levante, y por allí me dejo ver yo con disimulo, sumergiéndome y apareciendo a lo lejos para despistarlas. Cuando me descubren se ríen. En ellas veo la sonrisa del verano. De un año para otro las conservo en la cámara de la memoria. 

   Me gustaría poderles gritar: Enma, Marienma, no cambiéis nunca y no dejéis de acercaros nadando hasta mis roquitas.

(1) Los cormoranes carecen de plumas impermeables. Es normal verles, después de la pesca, en tierra  de pie con las alas extendidas para que se sequen.