A la busca del tiempo pasado.......no perdido
Después de haber proyectado varias veces un viaje a Écija con mis hijos y nueras para recordar los años que vivimos allí siendo ellos pequeños, y verlo frustrado por distintos motivos, nos decidimos a coger los coches y atravesando las provincias de Almería, Granada, Málaga y Sevilla, a llegar a nuestro destino. Pasamos por paisajes áridos, por tierras de labranza, pero sobre todo por hileras e hileras de olivos. Todavía resuenan en mis oídos los versos de Miguel Hernández dirigiéndose a los andaluces de Jaén Aceituneros altivos Decidme en el alma quién Quién levantó los olivos.
Paramos a desayunar a la altura de Granada, en Chauchina, restaurante Marinetto, como tantas veces solía hacer papá cuando iba todos los fines de semana durante dos años para ver a su adorada familia. Y yo recuerdo los versos de Federico García Lorca
El campo de olivos se abre y se cierra como un abanico.
Es el hotel Ciudad del Sol, en el que nos hospedamos mi marido y yo cuando hace 48 años quisimos ver la ciudad que yo había elegido tras aprobar las oposiciones de Agregados de Instituto, para buscar casa. Una vez que dejamos las maletas en nuestras habitaciones, nos fuimos derechos a las casas de Vittorio, como se llamaban los edificios de pisos donde estaba el que alquilamos, muy cerquita, como dirían los ecijanos con el uso del diminutivo afectivo. Alguno de mis hijos estaba dispuesto a subir porque se veía habitado (con ropa tendida en el balcón), pero al recordar que era un cuarto sin ascensor, nos conformamos con hacernos unas fotos en la puerta de la calle, y por detrás, junto a lo que fue un gran patio donde se ponía la feria, ahora casi ocupado por edificaciones. Todo lo demás estaba igual, incluido el Centro Médico al que alguna vez acudimos. Cogimos la calle principal, CERVANTES, hasta acercarnos a mi Instituto S. Fulgencio donde yo impartí clases de Lengua y Literatura españolas durante dos años. Al ser sábado, estaba cerrado y me limité a echar unas fotos para el recuerdo. Volvimos a la calle del Manco de Lepanto y nos detuvimos en la librería Serrano, donde comprábamos el material escolar, propiedad de mi compañero de secretaría, Paco Serrano, que llegó a hacerse muy amigo de mi marido y ahora jubilado. La librería la había traspasado a su cuñada, mujer encantadora que nos recibió afectuosamente cuando le expliqué quien era yo. Me introdujo en la trastienda para presentarme a su hijo y enseñarme fotografías.
Llegamos a la Plaza de España, más conocida como El Salón, por ser el lugar de reunión de los ecijanos. Allí sigue el Ayuntamiento aunque en obras, y los soportales de arcos que la rodean. Los arcos dominan también los principales edificios de pisos de la gran placeta. Ha desaparecido la fuente de las ninfas con sus cántaros de agua, aunque dos de ellas se han resistido y permanecen entre los jardincillos. Todo ello como consecuencia de la construcción de un parking en el subsuelo y de los trabajos de los arqueólogos para extraer mosaicos romanos y enterramientos musulmanes. En uno de los soportales nos sentamos a tomar el aperitivo, Casa Emilio, a la sombrita, como dicen allí. Después de tomar unas tapas de jamón y queso, alcachofas con foie y pulpo al horno con sus cervecitas, como dicen allí, decidimos comer en el otro extremo de la glorieta, en la Taberna El Rincón. A continuación, iniciamos el recorrido turístico. Empezamos por la calle Jesús sin soga, nombre tan sugerente que nos llevó a leer la leyenda escrita en una pared. A comienzos del siglo XV un devoto del Nazareno de esa capilla, que tenía a su mujer enferma y pasaba necesidades, le suplicó que lo amparara. EL santo Cristo cobró vida y le entregó un cordón que ceñía su cintura convertido en oro. El judío corrió a venderlo, se jugó el dinero y lo perdió. La leyenda asegura que el NAZARENO dispuso que le borraran el cíngulo para que eso no volviera a pasar más.
Íbamos buscando el edificio civil más emblemático de ÉCIJA, el Palacio de Peñaflor, conocido popularmente por el del "balcón corrido" por sus 59 metros de largo, el balcón más largo de Europa, barroco andaluz del siglo XVIII con pinturas al fresco. A pocos metros el Palacio de Valdehermoso presenta una fachada plateresca de estilo renacentista (s. XVI) con vistas a las torres de S. Gil, Santa Ana y la más bella de todas, la de S. Juan. Callejeando, callejeando dimos con la casa del escritor ecijano del XVII, Vélez de Guevara, autor de "El diablo cojuelo". De vuelta al Salón nos detuvimos a ver los últimos descubrimientos del subsuelo donde podrían haber estado los templos romanos de la antigua Astigi. Continuamos hacia la Plaza de Abastos reformada con un jardín central y un bar donde tomamos cafés , refrescos y bebidas a la espera de que aparecieran, Fernando, el amigo y compañero de colegio de Pepe, y Charo, la amiga y compañera de Carmen. ¡ qué de besos y abrazos ! No paramos de charlar y de preguntarnos. Son encantadores, como todos los ecijanos. Fernando venía con muletas pues hacía quince días que había sido operado de cadera, y nos había preparado una cena en un palacio. Compramos productos típicos, como manteca colorá y tortas. Volvimos al Salón porque decían que se estaba más fresquito, como dicen allí.
Al anochecer Carmen y yo nos fuimos al hotel a cambiarnos para la cena, y recoger los regalos que les traíamos de Lorca, un abanico de artesanía para Charo y otro para Toñi, la esposa de Fernando.
Recorriendo estrechísimas calles y recoletas placetas llegamos al Palacio de Santaella, posteriormente propiedad de los condes de Puerto Hermoso, y actualmente restaurante y local del Tenis Club Écija al que pertenece Fernando. La obra, del primer tercio del siglo XVIII, ofrece una espléndida fachada con figuras antepuestas a las pilastras a modo de cariátides que flanquean la puerta, rematada por un balcón con el escudo de la familia. En el interior destaca el patio muy característico de las grandes mansiones barrocas ecijanas, y sobre todo la escalera principal, que se cubre con una monumental cúpula sobre tambor cuyas yeserías están policromadas. Interesantes son también las puertas talladas. Nos prepararon un reservado para mayor intimidad en vez de en el patio donde estaban las mesas del restaurante. Fue una cena ecijana, empezando con unas acelgas con especias y algunas cosas más que estaban deliciosas, seguidas de salmorejo, berenjenas con miel, bacalao dourado (al estilo portugués), aguacates con anchoas y para terminar unas coquinas de chuparse los dedos. De postre dos bandejas de dulces variados y helados. Con una curiosidad, uno de los dulces había sido bautizado con el nombre de nuestro hotel, Pirula. Y otra curiosidad, el dueño del restaurante era del curso de mi hijo Juan.
Nos despedimos porque a otro día salíamos para Granada a comer con tres nietos, cuando Charo dijo que nos invitaba a desayunar churros en el Salón. Como el segundo día era domingo Bernarda y yo nos fuimos a oír misa a la iglesia de los Carmelitas Descalzos, edificio de una extraordinaria ornamentación y policromía, con un estilo propio que lo ha convertido en la obra religiosa barroca más importante de Andalucía. Su magnífico órgano es uno de los más importantes del mundo. Está galardonado con el reconocido premio "Europa Nostra". Pepe nos había llevado con el GPS, pero supimos volver al Salón, donde nos esperaba el resto del grupo y el desayuno con churros en la churrería-chocolatería El sevillano junto a la Peña Taurina Curro Romero, de un metro cuadrado, la más pequeña del mundo. Al entrar a la iglesia estaba el sacerdote recibiendo y saludando a los feligreses. Observé que en el retablo del altar mayor estaba Santa Teresa y un carmelita que supuse S. Juan de la Cruz. Pero por si me quedaba alguna duda me acerqué a la sacristana y se lo pregunté. No solo me confirmó que ambos habían fundado conventos en Écija sino que se conservaba en la iglesia de Santa María el confesionario del santo. Después de desayunar nos fuimos a comprobarlo. Sí que había un viejo confesionario pero en un recuadrito se decía del beato Juan de Ávila. ¿Se confundió de Juan? Me ocurrió una cosa muy graciosa, que al entrar en el claustro recordé que hacía 48 años que yo lo había visitado porque entonces era museo arqueológico. ¡EL BAÚL DE LA MEMORIA! En cambio no recordaba el monumento a la Virgen del Valle, la patrona, en la placeta de la iglesia, justo al lado de un piso en el que solo estuvimos dos meses porque quedaba lejos del instituto y del colegio de los niños en un auténtico patio andaluz muy encalado y lleno de plantas y macetas.
La última visita la dejamos para disfrutar del nuevo museo arqueológico en el Palacio de Benamejí, que en otros tiempos visitamos mi marido y yo para ver la remonta de caballerías del ejército. Es un bello edificio del siglo XVIII, época de esplendor de la ciudad. En estilo barroco tardío posee una portada-retablo, dos torres-miradores, apeadero con caballerizas monumentales, escalera de honor y patio principal porticado. La obra emblemática del museo es sin duda la "Amazona herida", tallada en un solo bloque de mármol de 1,85 m. de alto ( 2,11 con el plinto) y esculpida en época romana (s. II d. C.) a imitación de la atribuida el escultor griego POLICLETO (S. V a. C.). La mujer guerrera levanta el brazo derecho para tocarse la cabeza mientras reposa el izquierdo sobre una columna . Se viste con una túnica corta o chitón, atada y recogida en la cintura con unas riendas de caballo a modo de cinturón improvisado, por encima de la rodilla, dejando los pechos desnudos. Rarísimamente, conserva vestigios de policromía. Terminamos en las salas dedicadas a los mosaicos romanos de los suelos de las casas de la antigua Astigi, convertida en Istiŷa como una de las principales capitales de provincia del emirato y califato de Córdoba (siglos VIII- X d. C.) y un importante centro de islamización y de ciencia. El cementerio musulmán de la Plaza de España con unos 5,000 enterramientos es un gran conjunto arqueológico.
Finalmente nos despedimos de Charo y Fernando con mucha penita, como dirían ellos, al mismo tiempo que nos suplicaban que no tardáramos otros 48 años en volver.
Después de dejar el hotel nos detuvimos en el exterior del colegio Miguel de Cervantes para hacernos una fotos y cogimos rumbo a Granada. Allí comimos con los nietos Pepe, Juan y Víctor y volvimos a Lorca. Carmen tuvo que seguir hasta Águilas.
Moraleja, hace falta vivir mucho y aprender de lo vivido para llegar a comprender que no hay nada tan importante como el amor y la amistad.