sábado, 30 de septiembre de 2023

                                                                 MEMENTO, HOMO           (Recuerda, hombre...)


                 Estoy leyendo un libro cuya protagonista se llama Deyanira y a partir de este nombre, como ocurre en el "cesto de las cerezas" he empezado a recordar aquella tragedia de Sófocles, "Las traquinianas", (las mujeres de Traquis) que  tradujimos del griego en mis primeros años de carrera en la Universidad de Murcia, bajo la dirección del catedrético D. Antonio Ruiz de Elvira, hombre de enormes conocimientos de las lenguas clásicas  y del que tanto aprendí. Los libros los pedimos a la Universidad de Oxford. Aun conservo el mío como una joya de biblioteca.                                                                        Aunque el protagonista es Hércules (Heracles en griego), Deyanira también lo es. Después de casarse salieron de la hermosa ciudad de Calidón y se dirigieron a Traquis, pero al llegar al río Eveno tropezaron con el centauro Neso, que atravesaba a los viajeros a la otra orilla por una cantidad de dinero. Este personaje, mitad hombre mitad caballo, enamorado de la joven, trató de violarla. Hércules reaccionó rápidamente disparando su arco e hiriendo de muerte a Neso. Este, antes de morir le regaló a Deyanira una túnica empapada   con su sangre y recomendándole que si alguna vez  su marido le era infiel, se la pusiera para recuperar su amor. En realidad era una venganza del centauro, pues la túnica estaba envenenada y en cuanto se la pusiera moriría. Y es que la sangre de Neso estaba mezclada con la de la Hidra de Lerna, envenenada por el flechzo de Hércules en uno de sus doce trabajos. Entre sufrimientos el héroe griego subió al monte Eta donde su hijo preparó una pira a la que prendió fuego Filoctetes, el cual recibió en regalo el arco y las flechas invencibles de Hércules. El fuego destruyó su cuerpo, y fue entonces cuando se oyó la voz de Zeus para permitirle entrar en el Olimpo, y por consiguiente en la inmortalidad.                                                                                                                        Pero volvamos la vista atrás. Hércules, hijo del dios Zeus y de la mortal Almena, antes de casarse con Deyanira tuvo varias esposas, a algunas de las cuales mató en sus frecuentes estados de locura. Por lo cual los dioses lo castigaron a realizar los famosos doce trabajos. Una vez realizados, no volvió a Tebas con su esposa Megara, sino que se dirigió a Ecalia, donde su rey, Eurito, había prometido la mano de su hija Yole a quien venciese en una prueba con arco. Aún habiendo ganado, no se la entregó por miedo a sus acciones con las esposasv anteriores. Hércules juró vengarse y le robó las yeguas al rey. Después de algún que otro acto de locura, el héroe griego fue vendido a Onfelia, con la que pasaba los días vestido de mujer. Acometió nuevas hazañas, recibió la libertad, fue devuelto a su patria y encontró a Deyanira, hija de Alteo.                                                                                                                                                     Esta técnica de comenzar el relato por la mitad y volver al principio es muy antigua. Recibe el nombre de " in medias res".                                                                                                                                       

jueves, 14 de septiembre de 2023

                                                             De locos


           Antes de comenzar el verano una amiga y compañera de carrera me comunicó que estaba leyendo "Nuestra Señora de París" de Víctor Hugo y que le había gustado mucho, insistiéndome en que hay que volver a leer lo leído de jóvenes. Y, mira por donde, hace unos días fui a desayunar churros y vimos, mi hijo Pepe y yo, un quiosco de libros que aún permanecía abierto después de pasada la feria. Él seleccionó unos cuantos para su biblioteca, entre los que estaban los dos tomos de Víctor Hugo. Le pedí que me los dejara y pude comprobar que recordaba muy poco, los nombres de los protagonistas, concretamente Quasimodo ( = casi como, nombre que le puso el cura que lo acogio de niño y que le recordaba la palabras con la que se inicia el introito de la misa del primer domingo después de Pascua: "Quasimodo geniti infantes ..." = como niños reciennacidos ), las gárgolas de la catedral parisina y poco más. Pero me llamó la atención la alusión que se hace en la novela a las representaciones teatrales que se montaban dentro de las catedrales. Concretamente se aludía al "papa de los locos". Pronto me puse a investigar y encontré que hubo unas "fiestas de los locos " en el medioevo francés, de origen folclórico, que se representaban en las iglesias y cuyos protagonistas solían actuar con  máscaras de papas, cardenales, obispos, archidiáconos, clérigos...etc. En realidad se trataba de sátiras sociales y políticas, puestas en boca de tontos, niños y sobre todo locos (la tradicional historia, la de verdades puestas en boca de locos), llegándose a celebrar misas burlesca. Recordemos que el pueblo no entendía el latín de la misa. 

      Estas fiestas se empezaron a celebrar el 28 de diciembre, día de los inocentes. Hay quien ve su origen en las "saturnales" romanas, donde los esclavos tenían derecho a hablar de sus vidas. 

     La Iglesia católica permitió dichas fiestas hasta finales del siglo XVI. Fecha en que se prohibieron en París, aunque continuaron en otras ciudades. 

     Se citan como gentes del hampa a concheros (falsos peregrinos de Santiago), espumosos (falsos epilécticos), calvos (que fingían ser curados de tiña en una peregrinación), ruines (andaban con muletas), malsanos (que fingían falsas úlceras), escaldados (que fingíann ser mercaderes arruinados por la guerra), huérfanos (mendigos jóvenes), encapuchados (falsos leprosos)...etc.

  Buscando algún fragmento digno de no olvidar, he elgido la descripción de Quasiodo, más propia del barroco que del romanticismo, un retrato que parece sacado de un cuadro expresionista:

"No intentaremos dar al lector una idea de aquella nariz tetraédrica, de aquella boca en forma de herradura, de aquel pequeño ojo izquierdo tapado por una ceja pelirroja, espesa como un matorral, mientras que el ojo derecho desaparecía completamente tras una enorma verruga, de aquellos dientes en desorden, mellados por varios sitios, como las aspilleras de una fortaleza, de aquel belfo calloso, entre el que se asomaba uno de los dientes, como el colmillo de un elefante, de aquel mentón bipartido, y sobre todo de la expresión que se extendía por todo el rostro, mezcla de malicia, de asombro y de tristeza"

"...toda su persona era una mueca.Una enorme cabeza erizada de pelos rojizos; entre los hombros, una joroba enorme cuya contrapartida se dejaba adivinar por delante; una organización de muslos y piernas tan extrañamente combinada que sólo se tocaban en las rodillas y que, vistos de frente, parecían dos hojas de hoz que se juntasen por los mangos; unos pies enormes, unas manos monstruosas y, a pesar de todas aquellas deformidades, un indefinido aspecto de vigor, de agilidad y de valor".

                                                                                                             (Águilas, verano de 2023)