Un abrazo de años
No se habían visto en unas décadas. El tiempo, ese implacable pintor, había suavizado las facciones de ambas, pero sus ojos, esos espejos del alma, seguían brillando con la misma intensidad de siempre. Clara ahora lucía un par de gafas que le daban un aire muy intelectual. Elena, por su parte, presentaba un estilo más bohemio, con vestidos largos y blusas de colores. A pesar de los años y los cambios, al verse sintieron como si el tiempo se hubiera detenido. Se abrazaron con fuerza a la vez que que las risas y las lágrimas se mezclaban en un cóctel de emociones. Recordaron los días de la adolescencia, las confidencias compartidas y los sueños que tejieron juntas. Clara se había convertido en una gran escritora y le contó a su amiga su nueva vida junto al hombre de sus pensamientos. Elena por su parte, le habló de su pasión por la enseñanza y la familia que había formado con un buen chico de su pueblo. Al despedirse, se prometieron no dejar pasar tantos años sin verse. Reconocían que la vida las había llevado por caminos diferentes, pero su amistad sería un faro que las guiaría siempre. Las dos mujeres envejecieron juntas en la distancia. Y, aunque el tiempo pasaba, su cariño seguía siendo fuerte como el primer día en que se conocieron. Ambas se incorporaron a las nuevas tecnologías, ordenadores, correos electrónicos, tabletas, móviles, wasaps...para no caer en la apatía de aquellas otras amigas que se consideraban viejas para utilizar tales artilugios. Así ellas mantenían por lo menos la mente joven. Me gustaría terminar con una frase que he leído hace unos días: " Si la amistad es un tesoro, gracias por ser parte de mi fortuna".