martes, 19 de diciembre de 2017

Poemas griegos anteriores a Homero


                                               Poemas griegos anteriores a Homero

 

       Según Proclo, un historiador de la literatura que probablemente escribió en el s. II  ó  en el V  d. C, existía un grupo de poemas conocido como el “ciclo épico” que había sido compuesto en tiempos de Homero o quizás antes, y del cual el autor de la Odisea podría haber extraído material para sus obras. De los seis poemas épicos que trataban de la guerra de Troya sólo han sobrevivido unas cuantas citas, pero sus títulos y contenidos aparecen en un manuscrito de la Ilíada que se conserva en Venecia. El más largo era “Cipria” una especie de prólogo a la Ilíada, que comenzaba con el “juicio de Paris”, cuando Afrodita promete el amor de Helena al hijo del rey de Troya como recompensa por declararla la más bella de las diosas. La “Etiópida” continuaba el relato de Homero desde el funeral de Héctor hasta la muerte de Aquiles y la disputa entre Ayante y Ulises sobre quien debería quedarse con la armadura de Aquiles. La “Pequeña Ilíada” (que se atribuye a Homero) prolongaba la historia desde la adjudicación de la armadura a Ulises hasta la entrada del caballo de madera en Troya. Retomaba el relato  el “Iliupersis” (el saqueo de Troya) que describía la caída de la ciudad, y terminaba con dos sacrificios y una partida: el sacrificio de Polixena sobre la tumba de Aquiles, y el del hijo de Héctor muerto a manos de Ulises, tras los cuales los griegos ponían rumbo a sus hogares amenazados por una Atenea enfurecida.

      Finalmente los  cinco libros de los “Nostoi” (Los regresos) seguían a los vencedores en el cumplimiento de su destino e incluían el viaje de Menelao a Egipto y su vuelta a casa, la advertencia que el espíritu de Aquiles hace a Agamenón según la cual será asesinado por su esposa Clitemnestra, el naufragio y muerte de Ayante y el largo regreso del hijo de Aquiles Neoptolemo. La “Telegonía”, una continuación de la Odisea, relataba nuevos viajes de Ulises, el cual, una vez enterrados los pretendientes de Penélope, se dirigía a Tesprotia (una última aventura predicha por Tiresias), se casaba con la reina, luchaba en una guerra y volvía a Ítaca donde moría a manos de su hijo Telémaco, nacido de la maga Circe. Cuando éste descubría su error, acompañado de Telémaco y Penélope, llevaba el cuerpo de Ulises a su madre, quien concedía a todos la inmortalidad.

     Pero las más famosas historias troyanas fueron las escritas por un par de soldados que habían participado en la guerra de Troya: Dictis Cretense y Dares Frigio, que habían vivido varios siglos antes de Homero. Dictis escribió “Diario de la guerra de Troya”, que daba una versión griega, y Dares escribió “Historia de la caída de Troya”, según la versión troyana. Ambos relatos fueron probablemente compuestos en griego en el s, I d. C.  Las dos obras fueron traducidas al latín y, durante siglos, consideradas obras auténticas. Pero en el s. XVIII un erudito, Jacobo Perzonius, demostró que eran falsificaciones.

     El ciclo troyano tuvo su edad de oro en las traducciones al latín de los escritores romanos. Livio Andrónico tradujo la Odisea (s.III  a. C.). Posteriormente se tradujo la Ilíada. En el terreno de la imitación Virgilio escribió la Eneida y Ovidio la Metamorfosis. También cultivaron obras de tema troyano Ennio ( s. II al  I a. C) y Nevio (s. II a. C.). En teatro Séneca “Las troyanas” y “Agamenón”.

     Aparecen obras de tema troyano en la Edad Media en las lenguas autóctonas. La primera es una traducción al irlandés del siglo X. Le siguieron otras en escandinavo, holandés, búlgaro, islandés, checo, francés, italiano, inglés, alemán, castellano, gallego, portugués, catalán, alemán, leonés y aragonés. En Francia fue muy difundido el “Roman de Troie” del clérigo  Bonoît de Saint-Maure, que consta de 30.000 versos (s. XII). Hubo versiones prosificadas en el siglo XIII. En este mismo siglo en la Península Ibérica Rodrigo Jiménez de Rada, el Toledano, hace referencias en sus obras, entre otros.

     En el Renacimiento italiano destaca Petrarca, auténtico buscador  de códices griegos.

     El siglo XV está prácticamente dedicado a la Ilíada “como arquetipo de poesía épica” y porque tiene más de tragedia  que la Odisea  que se asemeja más a una comedia. Hay quien dice que la Ilíada es para hombres y la Odisea para mujeres. Con la llegada de la imprenta se difundieron los poemas homéricos más en latín que en griego. Basilea se conviertió en la gran ciudad de impresión de libros. Después Venecia.

      Las dudas sobre la autoría de los poemas empiezan en el siglo XVII en Francia. Se renueva el interés por estos temas con el Romanticismo (Walter Scott). Del siglo XX hay que destacar el famoso “Ulysses” de Joice.

      Dos curiosidades sobre Homero. Que el nombre podría ser un juego de palabras “ho me horón”  =  el que no ve. Desde la antigüedad se le consideró ciego. La segunda curiosidad es que Dante lo colocó en el infierno de su “Divina Comedia”, pero al principio, con los no bautizados, no con los condenados.

   

      


      

miércoles, 13 de diciembre de 2017

NEKIA


                                       N  E  K  I  A  (1) 

         En el canto XI de la Odisea Ulises visita la morada de los muertos o reino de Hades y  Perséfone, “la que lleva la muerte”, que se hizo  la reina de los infiernos al casarse con su tío Hades, el cual la había raptado mientras cogía amapolas (símbolo del sueño), violetas (símbolo del duelo) y azucenas (símbolo de la pureza) entre otras flores. Al final se llega al acuerdo de que Perséfone estaría en el infierno en invierno y  en la tierra con sus padres en primavera. Su símbolo es la granada, símbolo de la fertilidad. Es el propio Ulises el que le relata su viaje al mundo de ultratumba al rey Alcinoo: “Anduvimos a lo largo de la corriente del Océano hasta llegar al sitio indicado por Circe”. La hechicera Circe, “la de las lindas trenzas,” le había recomendado este viaje para encontrarse con el adivino Tiresias, que le explicaría cómo volver a su casa, a Ítaca. Se convierte así Ulises en el primer hombre capaz de volver de los infiernos y poder contar lo que ha visto.

        Los griegos creían que las almas de los difuntos primero tenían que pasar por el Erebo, una parte del Hades que a veces se usaba como sinónimo. Después Caronte cruzaba a los malvados  atravesando el río Aqueronte hacia el Tártaro, lleno de lagos, aguas infestas y  monstruos, para cumplir condena, mientras que los virtuosos eran transportados a la morada feliz de los Campos Elíseos. Del Erebo es de donde salen los difuntos que hablan con Ulises, entre ellos su propia madre. Se da la contradicción de que quienes han perdido la memoria (condición imprescindible para entrar en el mundo de los muertos), al mismo tiempo hablan razonadamente, como si al beber la sangre de los animales sacrificados por Ulises con anterioridad se hubiera obrado el milagro, aunque quizá por poco tiempo. El narrador lo describe así: “al perderse el aliento en los miembros, solo el alma, escapando a manera de sueño, revuela por un lado y por otro”.

        Llama poderosamente la atención la conversación con Aquiles: “No pretendas, Ulises preclaro, buscarme consuelos de la muerte, que yo más querría ser siervo en el campo de cualquier labrador sin caudal y de corta despensa, que reinar sobre todos los muertos que allá fenecieron”. Los críticos han comparado estas palabras con las que decía en el canto XXII  de la Ilíada: “Mi parca (la muerte) yo la cogeré con gusto cuando Zeus quiera traérmela”. Aquiles habría pasado de asumir gustoso su destino a quejarse del mismo. Unos 100 años pudieron separar la escritura de la Ilíada de la de la Odisea. La causa de este cambio de parecer del héroe podría ser un debilitamiento religioso en la sociedad griega.


(1)    Nekia, sinónimo de bajada a los infiernos, era un rito mágico griego para preguntar a los espíritus por el futuro.



jueves, 7 de diciembre de 2017

El origen del lenguaje


                                                  El origen del lenguaje                               


       Leyendo la autobiografía de Goethe he recordado las clases de “Filosofía del lenguaje “de D. Mariano Baquero en la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia. Herder, filósofo alemán, teólogo, y crítico literario que escribió un “Ensayo sobre el origen de la lengua” para un concurso de la Academia de las Ciencias de Berlín, coincidió con el poeta alemán en Estrasburgo y se hicieron muy amigos. Lo ganó rechazando el origen divino que otros predicaban. Él defendía el origen del lenguaje como un acto humano en cuanto animal racional,  el hombre “considerado como animal desnudo y sin instinto, es el más indigente de los seres…Ahí está, débil y sometido, abandonado a la discordia de los elementos, al hambre, a todos los peligros, a las garras de cualquier animal más fuerte, a morir de mil maneras diversas”. El hombre necesitaba comunicarse para sobrevivir. De Herder dice Goethe que le reprochaba “con la mayor severidad” el placer que le causaban las Metamorfosis de Ovidio. Al cabo de un tiempo se distanciaron.

            En internet he encontrado el libro de Herder, que de estudiante no leí, y he descubierto cosas  interesantes que entonces me pasaron casi desapercibidas, como que “el lenguaje es el verdadero carácter distintivo externo de nuestra especie, como lo es la razón desde el punto de vista interno”.

       Después de tantos años dando clase de Lengua española, latín, griego, inglés y francés, me dice Herder que “los nombres han surgido de los verbos, y no estos de aquellos”, “el niño no llama oveja a la oveja sino criatura balante, convirtiendo la interjección en verbo”. “La palabra que seguía inmediatamente al sonido de la naturaleza, imitando esta, venía después de algo pasado. Los pretéritos son por tanto las raíces de los verbos…el pasado hay que contarlo…surgieron muchos pretéritos y un solo presente o ninguno”. Añade que el hombre primitivo al volverse humano todo lo personifica como varón o hembra, surgiendo los dioses y las diosas,  los artículos y los adjetivos.

      “Como el hombre sólo percibe el lenguaje de nuestra maestra naturaleza gracias al oído, sin el cual sería incapaz de inventarlo, el oído resultó ser el mediador entre sus sentidos, la genuina puerta del alma, el lazo de unión entre los otros sentidos”…”cuanto más antiguas y originarias son las lenguas, tanto más se observa en sus raíces esa analogía de los sentidos”… “la naturaleza entera resonaba ante el hombre, y el canto de éste” (hubo quien asociaba el origen del lenguaje humano al canto, imitando a los pájaros) “era un concierto formado por todas las voces que el entendimiento necesitaba, que su sensibilidad captaba, que sus órganos eran capaces de expresar.”

      Pero cabe preguntarse  qué ocurría en los casos en que no sonaba ningún sonido, palabras abstractas. Herder, que estudió muchas lenguas primitivas, dice que “la estructura entera en las lenguas orientales  testimonia que todos sus nombres abstractos han sido antes entidades sensibles: el espíritu en viento, el alma en aliento…etc.” Recuerda como los misioneros se quejaban de las dificultades que tenían para expresar conceptos cristianos en las lenguas indígenas.

     Ya desde la antigua Grecia se barajaban dos opiniones sobre el origen de la lengua: divino o puramente humano. Una de las teorías se refiere a que el hombre empieza a comunicarse por gestos, por mímica y que posteriormente imita con la boca. Ante la dificultad de comunicarse en la oscuridad o de noche es cuando empieza a emitir sonidos. Está demostrado que por efecto de un hábito ya familiar a los animales vecinos, ha formado el hombre los elementos de su lengua y ha introducido en ella sus gritos naturales o interjecciones, imitándolos o imitando los gritos de otros animales, sus propios ruidos y todos los ruidos de la naturaleza con el auxilio de su aparato fonador. Estudiando lenguas muy primitivas e incluso las  primeras palabras de los niños vemos muy utilizado el procedimiento imitativo que consiste en la reduplicación de las mismas  palabras para dar idea de la intensidad de la duración o de la repetición (guauguau, tamtam).

          Para el filósofo abate de Condillac (siglo XVIII) el lenguaje no es un vehículo del pensamiento sino que jugó un papel esencial en su elaboración. Se anticipó a Saussure al distinguir entre lengua colectiva y habla individual.  Defendía que había una cierta especie de sociedad ya establecida entre los inventores del lenguaje. Su amigo Rousseau en cambio opinaba que “las lenguas han nacido en el comercio doméstico de los padres, las madres y los hijos…En un primitivo estado no teniendo ni casa, ni cabaña, ni propiedad de ninguna especie, cada uno se alojaba al ocaso y con frecuencia para una sola noche: los varones y las hembras se unían fortuitamente según su encuentro, la ocasión y su deseo, sin que la palabra fuera intérprete muy necesario de las cosas que hubieran de decirse, y hasta se apartaban con la misma facilidad…Observad, además, que teniendo el niño todas sus necesidades por explicar y, por consiguiente, más cosas que decir a la madre que la madre al niño, éste es quien debía hacer los mayores esfuerzos de invención; de manera que la lengua que él empleaba debía ser en gran parte su propia obra; lo cual multiplica las lenguas tanto como individuos hay para hablar, a lo que contribuye todavía más la vida errante y vagabunda, que no deja a idioma alguno tiempo para adquirir consistencia…El primer lenguaje del hombre, el lenguaje más universal, el más enérgico, el único de que hubo necesidad…es el grito de la naturaleza. Como este grito era arrancado por una especie de instinto en ocasiones forzosas, para implorar socorro en los grandes peligros o alivio en los males violentos, no era de uso frecuente en el curso ordinario de la vida...multiplicaron las inflexiones de la voz y añadieron los gestos”, (“Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres”). Añade que las primeras palabras tuvieron un significado más extenso, el sentido de una proposición entera. En un principio solo sustantivos y verbos en infinitivo.

          El norteamericano Noam Chomsky, creador de la Gramática Generativa y Transformacional hacia los años 50 del siglo XX, desarrolló la teoría de que el lenguaje es una condición innata del hombre. Todos los lenguajes humanos están construidos sobre una base estructural común. Se basa en el principio de que “nuestro lenguaje es el resultado de descifrar un programa genéticamente determinado”. Contaba con el precedente de  la Gramática de Port-Royal (1660) defensora de la teoría de los “Universales Lingüísticos”.

           

          Partiendo de la premisa de que el hombre se distingue de los animales por la capacidad creciente de su cráneo, a partir de los 80 del siglo XX, más en los 90, algunos científicos sugerían que un cambio en la dieta de los homínidos que introdujo el consumo relativamente abundante de carne habría dado lugar a cerebros más grandes donde podría empezar a emerger la inteligencia. Richard Byrne afirma que también fue esta la causa del lenguaje oral, dada la dependencia recíproca entre el  lenguaje y el pensamiento. En realidad no se sabe qué factores desencadenaron el gran aumento del cerebro humano en los  últimos dos millones y medio de años.

               El antropólogo húngaro Abel Hovelacque declaraba que “lo que distingue la Lingüística moderna de las especulaciones del pasado sobre el origen y naturaleza de las lenguas…es que esta ciencia, enteramente contemporánea, ha reconocido y proclamado que existía “una vida del lenguaje”, que cada lengua pasaba inevitablemente por tales o cuales períodos biológicos… que sufría la suerte de todos los organismos”. Ya decía mi profesor de la Universidad de Murcia D. Mariano Baquero que las lenguas son como los seres vivos, nacen se desarrollan y mueren.

          El psicólogo húngaro G.Révèsz insistía en el carácter social de la lengua porque es la que hace posible el contacto entre los miembros de un grupo.

        La más reciente teoría es la glosogenética que se ocupa más de las diferencias entre el hombre y los animales. Es más de antropología que de lingüística. La evolución anatómica del hombre produjo unas condiciones inmejorables para la producción del sonido (dientes rectos, labios flexibles, lengua móvil, laringe y faringe apropiados para emitir sonidos…etc. Pero sobre todo un cerebro adaptado biológicamente para la función del lenguaje, con funciones para cada hemisferio (herramientas del lenguaje en el lado izquierdo).

        Hay quien opina que las lenguas sin vocales son más antiguas. Se ha calculado que fue en la era Neandertal cuando se inició el lenguaje, el lenguaje oral,  hace unos 30.000  ó  40.000 años.  La escritura como tal hará unos 3.000 años.

lunes, 4 de diciembre de 2017

GOETHE


 GOETHE
      Goethe es un escritor inabarcable, por eso solo me voy a detener en “Las cuitas del joven Werther”. Este escritor alemán del siglo XVIII haciendo prácticas de abogacía en el tribunal de Wetzlar se enamoró de Charlotte Buff, novia de su colega, también abogado en prácticas. Por otro lado un  joven abogado enamorado de un amor imposible se pega un tiro con la pistola que le había dado el novio de Charlotte (Lotte en la novela).  Con las dos historias estructura el argumento de su obra, en parte epistolar. Al terminarla confiesa: “Me sentía nuevamente libre y feliz, como tras una confesión general, y autorizado para emprender una nueva vida. Esta vez el viejo remedio casero me había ido como anillo al dedo. Pero tan aliviado y despejado como me sentía yo por haber transformado la realidad en poesía, tan confirmados se vieron mis amigos, que pensaron que lo que había que hacer era convertir la poesía en realidad, imitar una novela como aquella y, llegado el caso, pegarse igualmente un tiro. Pero lo que aquí en un principio se dio entre pocos terminó aconteciendo entre el gran público, y este librito que a mí me había sido tan útil fue tachado de extremadamente pernicioso”. Poesía y Verdad, libro XIII. Alude a la ola de suicidios que desató su lectura en toda Europa y que obligó a su prohibición en algunos países.

         El Werther tuvo una réplica satírica “Alegrías del joven Werther. Desventuras y alegrías de un Werther maduro” del ilustrado berlinés Christoph Friedrich Nicolai. Goethe en venganza le contestó con “Nicolai en la tumba de Werther”:


                                                                                           No sé como un joven murió un día
                                                                                           Aquejado de hipocondría.
                                                                                           De modo  que lo enterraron.
                                                                                           Entonces pasó una insigne mente
                                                                                           De defecación algo ligera
                                                                                           (Es frecuente entre esta gente).
                                                                                           Apurado se sentó en la tumba
                                                                                           Y defecó su montoncito.
                                                                                           Lo contempló con cariño
                                                                                           Y se marchó muy aliviado.
                                                                                           Ya de regreso anduvo reflexivo.
                                                                                           ¡Pobre hombre, como se ha perdido!
                                                                                           ¡De haber cagado como yo
                                                                                           Nunca habría fenecido ¡            (1775)
                                                                                                                                          
   Y un “Diálogo entre Lotte y Werther” según Goethe  bastante gracioso.

       A pesar de lo dicho al principio, he seguido investigando sobre Goethe  y  me ha maravillado su doctor Fausto. Su vida es tan interesante como su obra.  Partiendo de un refinado clasicismo abrió las puertas al Romanticismo del que se alejó después de su viaje a Italia, de donde volvió convertido en un escritor clásico. Quiso abarcarlo todo, las ciencias naturales, la filosofía, la arquitectura, el dibujo, el arte, la literatura, la teología, la política…etc. Después de terminar la carrera de derecho por voluntad de su padre que ejerció una gran influencia en él, trabajó en un despacho de abogados. Antes de escribir “Poesía y Verdad” piensa hacerlo  según esas leyes que nos enseña la metamorfosis de las plantas. En el primero el niño debía echar raíces…en el segundo debían crecerle ramas…y en el tercer tendría lugar la floración: “En la vida todo es metamorfosis, desde las plantas y los animales hasta el ser humano” (fue un gran admirador de la “Metamorfosis” de Ovidio).

         Aunque dominaba el francés y el inglés fue el gran defensor de la lengua alemana en unos siglos en los que imperaba el prestigio del francés. Escribía en latín y fue un gran lector desde los primeros momentos de su infancia, todo ello hizo de él un hombre de una inmensa cultura. Estudió en varias universidades aunque la más importante fue la de Leipzig por expreso deseo de su padre y terminó sus días en Weimar cuando acababa de terminar la segunda parte del Fausto. Amó a varias mujeres y se casó con una humilde vendedora de flores. A la muerte de esta y ya con 70 años se enamoró de una jovencita. Una peculiaridad suya que tan caro le costó a lo largo de su vida fue  “que me gusta verme rodeado de gente joven y  relacionarme con ella, por lo que ciertamente, al final acabo cargando con el lastre de su destino”, “Poesía y Verdad”, libro XII.  En el terreno religioso era luterano y se dice que ingresó en la masonería.

     Sobre el tema de Fausto  cuenta en su autobiografía que lo conoció por primera vez en un teatro de títeres en Estrasburgo y que le impactó grandemente. Como Fausto, se sentía insatisfecho después de vagar por tantos conocimientos. Pero el tema del hombre que vende su alma al diablo contaba con una larga tradición literaria. Empezando por los milagros de la Virgen que invadieron en la edad media los principales monasterios de Europa (recuérdense los de Gonzalo de Berceo en el siglo XIII) con el famoso mito cristiano de Teófilo que había hecho un pacto diabólico para avanzar en su carrera y superar el boicot del obispo rival.  Se salva por la intercesión de la Virgen María. Y siguiendo por “El libro popular del Doctor Faustus” de autor desconocido, que lo había sacado a la luz el impresor luterano Johann Spies (entre finales del XV y principios del XVI), astrólogo, filósofo y teólogo, que pretendía ser la biografía, llena de exageraciones, de un personaje real,  el doctor Fausto, de entre 60 y 70 años. Practicando la alquimia se produjo una explosión que le causó la muerte. Muchas cosas se rumoreaban, como que había intervenido el propio Satanás. Unos 50 años después apareció el libro, narración breve pero de gran éxito, en la que el protagonista hace un pacto con el diablo. En la traducción inglesa lo leyó Marlowe, que escribió un drama “Tragical history of Doctor Faustus” sobre el hombre que vende su alma al demonio que aparece por primera vez con el nombre de Mefistófeles, Señor de las moscas, y el protagonista con el de Fausto. Marlowe introduce un elemento importante en la leyenda del doctor Fausto: que Mefistófeles es un intermediario entre el hombre y Dios, entre el hombre y la belleza.

      En España hay varios antecedentes, pero el más próximo a Goethe es “El mágico prodigiosos” de Calderón. Este fue muy admirado en el romanticismo alemán y el mismo Goethe tradujo “La vida es sueño”.

     Todavía hubo otro Fausto anterior al de Goethe, el del alemán y amigo suyo, Lessing, hombre polifacético del que recibió abundantes influencias. Había estudiado teología en Leipzig y se licenció en medicina. Pero sus mayores éxitos los obtuvo como escritor de teatro y sobre todo como crítico literario. Su obra más famosa “Laoconte” es una comparación entre la pintura y la poesía. En su Fausto el diablo se hace pasar por Aristóteles, y Fausto tiene un excesivo deseo de conocimiento que no desagrada a Dios y se prevé la salvación del protagonista, algo que impresionó al joven Goethe y le influyó en el final de su poema dramático.

       Éste insiste en que “la manifestación más terrible de lo demoníaco es cuando predomina en alguna persona…su ser desprende una fuerza monstruosa y es capaz de ejercer un dominio increíble sobre todas las criaturas”. Para él un buen ejemplo era Napoleón, al que conoció personalmente. En esta misma idea escribe Rosa Sala Rose en la Introducción de “Poesía y Verdad”: “La idea de lo demoníaco, palabra más próxima al término griego “daimon” que a cualquier concepción judeocristiana del mal…Lo demónico para él es ese ser dominador y arbitrario que atraviesa los límites, vulnera las categorías del tiempo y espacio, y ama lo imposible. Es un poder contrario al orden moral”.

      En el Fausto de Goethe su protagonista es un viejo que lamenta la pérdida de la juventud. Nadie le enseña todo lo que quería saber y entonces invoca a los espíritus infernales a través de la magia y la nigromancia, pensando que se convertirá en un “dios todo poderoso”. Se presenta un perro negro que se metamorfosea en Mefistófeles, un diablo al servicio de Lucifer. Fausto con su sangre firma el contrato de venta de su alma por 24 años. La obra termina con el remordimiento y la salvación de su alma por el amor de Grechen (Margarita), lo que hace  que sea  conducido a las esferas celestes. El mito faústico representa la soberbia, la rebeldía y la caída del ángel Luzbel.

      Es este un tema recurrente que va de la Edad media al Barroco y de este al Romanticismo, perpetuándose en el siglo XX con el “Doktor Faustus” de Thomas Mann, premio Nobel de Literatura. Aquí el trato con el demonio lo hace un músico que a cambio tendrá que renunciar al amor, aunque logre la excelencia de la composición musical. Pero también se traza una analogía entre el trato con el diablo y la sociedad alemana que claudicó ante el régimen nazi. Alemania había vendido su alma al diablo y su final sería su destrucción. Con anterioridad su hijo  Klaus Mann durante su exilio en Holanda había escrito  “Mephisto” donde un actor se vende al régimen nazi para medrar en su carrera. Se predecía la destrucción de Alemania por su pacto con el mal (Hitler).

      Me comenta mi nieta Marina que ha visto un capítulo de los SIMPSON (dibujos animados) en donde un hombre vende su alma al diablo.