Con un grupo de amigos aficionados a la arqueología he pasado un día recorriendo Mazarrón y su Puerto.
Me hacía ilusión volver a ver la Isla frente a la cual estaba ( ya no está) una vieja casita de dos plantas, donde, de pequeña, pasaba los meses de julio y agosto. Aseguraba mi padre que los niños teníamos que tomar el yodo del mar. El se quedaba en Lorca trabajando, de "rodriguez" como se decía entonces.
Llegamos en primer lugar a Mazarrón, nombre que procede de la antigua Almazarrón, que a su vez viene del árabe" al-mezer" ( ocre o rojo ) por el color de la minería de la zona. Me sorprende encontrarme con una ciudad más grande de lo que imaginaba. Visitamos la iglesia-convento de la Purísima Concepción porque había leído en internet todo lo relacionado con la Virgen de Bolnuevo, una leyenda de finales del siglo XVI sobre los desembarcos de naves berberiscas de auténticos piratas que asolaban las costas mediterráneas. La intercesión de la Purísima les obligó a retirarse. Para la seguridad de la zona se construyeron torres de vigilancia. En el Puerto de Mazarrón pudimos ver una de ellas, la torre de la Cumbre o de Santa Isabel, de planta circular y construida sobre un promontorio hoy rodeada de edificaciones.
En el siglo XVII se fundó un convento en la iglesia de la Purísima Concepción que posteriormente se amplió en el siglo XVIII , conservándose cúpulas laterales aún hoy de la primitiva ermita. Destaca la decoración de los techos, y en especial el camarín de la Virgen. Fuera, en la placeta, los puestos del mercado de los sábados con sus cajas de frutas, macetas, bolsos, zapatos y los buenísimos tomates de la zona.
Muy cerca de allí admiramos el bello edificio del Ayuntamiento, de estilo modernista, construido en el siglo XIX, cuya fachada, de elegante arquitectura, aparece coronada por un bonito templete con cubierta de zinc. Entramos en el Salón de Plenos decorado con un bellísimo artesonado, igual que la rica decoración , las cortinas y el mobiliario de la época. Aunque el salón esta presidido por una fotografía del Rey Felipe VI hay dos grandes cuadros al óleo a cada lado del rey, uno de D. Juan Carlos y otro de Alfonso XIII.
Terminamos la mañana con la visita al Centro de Interpretación del Barco Fenicio. Sabía, porque lo había visto fotografiado en el Museo Submarino de Cartagena, que existía un barco fenicio en la playa de la Isla de Mazarrón, casi completo, conservado in situ con su carga de mineral de plomo y el ancla. Pero no se puede ver porque está protegido por una estructura metálica. Del otro barco fenicio solo se conservan la quilla, algunas cuadernas y trancas. Ninguno se puede sacar del mar porque se rompería, quedan sumergidos a la espera de que nuevas tecnologías lo permitan. En el Centro de Interpretación se exhiben fotografías y una reproducción de un barco fenicio.
A la hora de comer nos dirigimos a un buen restaurante en el Puerto para degustar los productos de la tierra y el mar, especialmente el gallopedro.
Después de un breve paseo entramos al Museo Factoría Romana de Salazones. En el siglo I a. de C. en las costas del sur de la Península y norte de África se continuó la tradición fenicia de los salazones. Se conservan las piletas o tanques de salazón de pescado, unas cubetas en las que se maceraba el pescado con sal en un proceso que duraba de 20 días a 3 meses. Las mismas piletas se utilizaban para fabricar salsas de pescado de las cuales la más famosa y que alcanzaba un precio elevado en los mercados romanos era el garum, utilizado para potenciar el sabor de los platos. Se batían todos los ingredientes hasta formar una pasta que en época de calor se filtraba . El líquido obtenido era el garum , y el resto se consideraba de menor calidad. En el museo se conservan los variados modelos de ánforas en que se transportaban los salazones que llegaban por barco a las ciudades del imperio romano.
Nos quedaron cosas por ver, así que tendremos que volver otro día.
Muy interesante e instructivo, como todos, tu artículo. No conocía yo eso detalles de ese trocito de nuestra tierra. Gracias por tu relato del viaje. Y está bien eso de que quede algo por ver para poder volver.
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