Tumbas y templos del Egipto faraónico
"No pases la noche pensando en el día siguiente. ¿Qué será mañana al levantarte el día ? El hombre ignora lo que será mañana."
Amenopé (papiros Chester Beatry)
Como le había prometido a mi amiga Constanza aquí está el tercer capítulo de mi viaje a Egipto. Lo dedico a los templos y tumbas que yo vi, que por supuesto no son todos pero que me maravillaron a pesar de que ya iba preparada por mis estudios en Arte. Una de las principales características del arte faraónico es la grandiosidad, la monumentalidad de templos, tumbas y estatuas, construidas con un estilo artístico que expresa la obsesión de los antiguos egipcios por lo eterno. Es la expresión de una religiosidad que cree en la resurrección, en otra vida más allá de la muerte. Para ello era necesario utilizar un material imperecedero, y así, las primitivas construcciones de adobe se fueron sustituyendo por la piedra. Abundan los sillares enormes, las pilastras y las masas de mampostería. Todo pensado para durar.
Los arquitectos gozaban de situaciones importantísimas. Tomemos dos ejemplos: el constructor de Deir el Baharí, el favorito de Hatchepsut, que se atrevió a poner su efigie con su nombre en el templo funerario de la reina y Tutmosis, cuyo nombre aparece en el busto de Nefertiti que se conserva en Berlín.
Los primeros templos que contemplamos fueron los rescatados de las aguas de la presa de Aswan durante los cuatro días de crucero por el ya Lago Nasser a bordo del "Prince Abbas". El primero de los dieciocho monumentos trasladados bloque a bloque a más altura para no ser anegado por las aguas del Nilo fue el templo de Kalabsha, dedicado al dios nubio Mandulis. Es de estilo ptolemaico, conserva los capiteles corintios y en el que Augusto prohibió dejar entrar a los cerdos. Un relieve llamó mi curiosidad porque Horus aparece representado con cabeza humana y cuerpo de halcón, al revés que en los demás templos, probablemente por influencia griega. En él se encuentran inscripciones de escritura meroítica (de Meroé, ciudad del Sudán ) aun sin descifrar.

Muy cerca nos encontramos con el templo de Beit el Wali que significa "Casa del hombre santo" por haber sido usado por un eremita cristiano. Fue construido por Ramsés II, que está representado cargando contra los nubios, pisoteando a sus enemigos, cogiéndolos por los pelos con una mano y golpeándolos con la otra. En la cercanía el Kiosko de Kertassi para rendir tributo a la diosa Hathor en cuyos capiteles se la representa con orejas de vaca. Junto a otros templos formaba parte de la ruta procesional que seguía la imagen de la diosa Isis desde Philae por todo el norte de la baja Nubia.

Un poco más lejos se sitúa el templo de Wadi el Sebou, también llamado "Valle de los leones" por las esfinges de leones que flanquean la entrada. El patio central aparece adornado con estatuas de Ramsés II en forma osiríaca (con la barba levantada). Ese mismo día también visitamos el templo de Dakka consagrado a Thot, dios de la sabiduría, representado en forma de mandril, y el templo de Maharrada, de estilo greco-latino, consagrado a Serapis (una fusión entre Osiris y el toro Apis). Ptolomeo le aplicó atributos griegos y forma humana con el gorrito característico de los sacerdotes egipcios.
Al día siguiente llegamos a Amada, al templo de Derr, construido por Ramsés II en honor del sol naciente y la tumba de Pennut, famoso gobernador de Nubia, soportando un calor abrasador. Todavía nos quedaba una parada, la fortaleza de Karr Ibrim. Como en las anteriores salidas, bajamos a tierra por una estrecha tabla de madera sobre la que apenas sosteníamos el equilibrio. Regresamos sudando, pero nos recibieron en el barco con vasos de hibisco rojo bien caliente y toallas impregnadas de vapor bien caliente también. Aceptamos la primera vez pero al recogernos en las siguientes salidas nos fuimos derechos al camarote a la ducha fría.
El momento más emocionante fue la llegada a Abu Simbel. Nos sentamos todos en la proa para ir viendo los templos lentamente, primero pequeñitos y luego cada vez más grandes. ¡Qué impresionantes los colosos de Ramsés! En las paredes de la rampa de entrada los relieves representan a un lado a los esclavos asiáticos y al otro a los esclavos africanos, reconocibles estos últimos por los pendientes de aros. En el interior, relieves de la batalla de Qadesh contra los hititas en la que el faraón aparece con el "pseu", la doble corona, la blanca del Alto Egipto y la roja del Bajo Egipto. En lo más profundo, en lo más oscuro, Ramsés está sentado como uno más de los dioses junto a las figuras de Ra, Ptah y Amón. Y hasta allí penetra el sol al empezar el equinoccio de primavera y el de otoño.
Menos monumental resultó ser el segundo templo, dedicado a una de las esposas de Ramsés, Nefertari.
En avión llegamos a Aswan para embarcar en el "Ramsés II, King of Egypt" y realizar un crucero de tres días por el Nilo. La primera parada fue en la orilla derecha en el templo de Kom-Ombo, de estilo greco-romano, dedicado a Sobeck, dios cocodrilo y a Haroeris, dios antiguo de la luz. Allí se encuentra el nilómetro, una especie de pozo que medía la subida del agua del río durante las inundaciones. Curiosos son los relieves de instrumentos quirúrgicos que atestiguan la avanzada cultura médica de los antiguos egipcios. En la calle nos vemos sorprendidos por un encantador de serpientes, que al hacer sonar su instrumento lograba que saliera la serpiente de la cesta.
Uno de los mejores templos conservados es el de Edfú. El segundo más grande después del de Karnak. Representa la típica construcción de pilonos, patios, dos salas hipóstilas, cámara de ofrendas, sala central y santuarios. En la parte exterior, entre el templo y el recinto amurallado, los relieves con inscripciones de temas religiosos. En el interior, en el patio, hay dos grandes halcones de 3,2 m de altura coronados con la doble corona del Alto y Bajo Egipto porque está dedicado a Horus. El mito de este dios es el del sol naciente que derrota a las fuerzas de la noche. Por otra parte se representa a Osiris en forma de hombre con los símbolos de la realeza, el cetro y el látigo. Habíamos accedido a este templo cruzando a la otra orilla del río y desplazándonos por la ciudad en calesas.

Al otro día llegamos a Deir el Bahari, más que un templo es un hipogeo excavado en la roca, con una fachada construida en forma de terrazas de grandes dimensiones, con hileras de columnas unidas mediante rampas. Predomina la decoración de las fiestas en honor de Hathor, la diosa vaca que aparece en los capiteles con cara de mujer y orejas de vaca. Fue el lugar elegido por la reina Hasepshut para su mausoleo. El paraje es espectacular, como el de una caldera volcánica rodeada de altas colinas. Deir el Bahari literalmente significa "el convento del norte" y está situado frente a la antigua ciudad de Tebas.

Continuamos por la orilla izquierda del Nilo en autobús haciendo varias paradas. La primera ante los colosos de Memnón, únicos restos del templo de Amenhotep III. Uno de ellos, el Coloso parlante, es famoso porque de él salían unos sonidos que dieron lugar a leyendas, aunque se descubrió que obedecían a causas naturales de la variación de temperatura en las piedras. Cuando yo los vi, en 2001 eran dos estatuas sentadas de unos 18 m de altura que presidirían la entrada del templo. Posteriormente se han encontrado más, algo más pequeños, que están en restauración. La segunda parada fue en el Valle de los Reyes. Entramos en varias tumbas comprobando como se conservan la mayor parte de las pinturas. Me detuve en una que representaba la "sicostasia", pesaje del corazón del difunto; en un lado de la balanza el corazón y en el otro una pluma de ave antes de entrar en el reino de los muertos. Si la balanza no mantiene el equilibrio hay que esperar los castigos. La tercera en el Valle de las Reinas.
Por fin llegamos al esperado templo de Luxor en el que participaron diferentes faraones, con sus dos altas estatuas delante del pilono. Estaban acompañados por dos grandes obeliscos de los que solo queda uno, el otro luce en la Plaza de la Concordia de París. Todo es monumental y las columnas, con los capiteles de flor de loto cerrada (lotiformes), otras con flor de papiro abierta (papiriformes), o con la flor cerrada (campaniformes). Se llega a través de la avenida de las esfinges.
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Por la tarde, ¡ a las cuatro !, con un calor de muerte, entramos en el templo de Karnak por la avenida de los carneros en doble fila. Es el gran templo del Imperio Nuevo. Para su construcción trabajaron más de 80.000 personas entre sacerdotes, guardianes, obreros y campesinos. Consta de cuatro patios, diez pilonos, salas hipóstilas, el lago sagrado y varios edificios. Tras el primer pilono se accede al primer patio. Tras el segundo se llega a la parte más importante, la sala hipóstila con 134 columnas de 20 m de altura. Hicimos la experiencia de cogernos de las manos los nueve de Lorca y rodear la base de una de las columnas. Daba justito. Tras el tercer pilono el obelisco de Tutmosis I. Entre el cuarto y el quinto Hatshepsut erigió dos obeliscos, con inscripciones en jeroglífico, uno de ellos todavía está en pie con 30 m de altura. Entre el quinto y el sexto la sala hipóstila de Tutmosis I y los colosos reales. Más hacia el interior el lago sagrado cuya agua santa permitía purificarse a los sacerdotes antes del oficio. Nos recomiendan dar siete vueltas alrededor de una baja y gruesa columna sobre la que descansa un escarabajo sagrado para obtener buena suerte.

Desde El Cairo nos dirigimos a la pirámide escalonada de Sakkara y al resto del complejo de templos y tumbas de Zoser, cuya puerta de entrada conduce a un camino procesional formado por 20 columnas acanaladas, adosadas a pilares. En la tumba de Mereruka nos fijamos en la falsa puerta por donde tenía que salir el alma del difunto desde la cámara funeraria para dirigirse a las "estancias superiores". Mereruka fue visir del faraón Teti y supervisor de los sacerdotes de la pirámide entre otros muchos cargos. Son muy interesantes los relieves porque muestran la vida cotidiana de Egipto, con escenas de escribas, caza, pesca, agricultura, ganadería y diferentes tipos de animales. Próxima a Sakkara está Menphis, capital del Imperio Antiguo, en cuyo museo pudimos contemplar la gigantesca estatua de Ramsés tumbada en el suelo. En el exterior una esfinge menor de tamaño que la de Giza.
¡ Y qué decir de las pirámides de Keops (de 146 m de altura), Kefrén ( de 143,5), Micerinos ( la más pequeña) ! La primera estuvo recubierta de piedra pulimentada. Construidas con grandes bloques de granito, las terminaban con una punta de oro. Teniendo en cuenta que los egipcios no conocían la rueda, el traslado de los bloques de piedra se realizaba en trineos, mojando el terreno por donde se deslizaban. Se utilizaban rampas de arena que iban aumentando según iba subiendo la pirámide. Son construcciones cerradas, sin puertas. Se entraba para no salir, por tratarse de un recinto funerario que responde a la creencia religiosa de otra vida después de la muerte. En los descubrimientos arqueológicos de 2002 encontraron la ciudad de los trabajadores cerca de las pirámides. Había huesos de hombres y mujeres al 50% , también de niños, animales, restos de comida, espinas de pescado y semillas. Los trabajadores recibían como paga sal, trigo y cebada. Todo ello vino a demostrar que no fueron esclavos los egipcios que construyeron las pirámides, como dijo un escritor griego de la época y que después difundirían las grandes producciones de Hollywood. Junto a las grandes las pequeñas pirámides de las reinas.

Y por último terminamos con la Esfinge, monumental escultura con cabeza humana con el "nemes", toca característica egipcia, probablemente del faraón Kefrén, y cuerpo de león, de 20 m de altura. Fue moldeada en una roca del propio terreno, solo la cabeza y las patas fueron añadidas. Representa el poder del león junto a la fuerza de la inteligencia y su función es la de guardián.
Continuará.....